lunes, 17 de septiembre de 2018

Una historia de números

Hace 5.000 años, los sumerios vivían en un valle entre dos ríos. Su país era Mesopotamia y ellos un civilización muy culta que sabía escribir, leer y contar. Escribían de una forma especial que se llamaba escritura cuneiforme o en forma de cuñas. Lo hacían con un palo prensado en tablillas de arcilla con los que hacían marcas en forma de cuñas. Los sumerios escribían muchos números. 




Sus vecinos los egipcios formaban otro pueblo que utilizaba mucho los números porque eran mercaderes y comerciantes. Cuando compras y vendes cosas necesitas manejar muy bien los números y apuntar siempre lo que gastas y lo que ganas y eso es lo que hacían los egipcios. Pero ellos escribían los números de una manera distinta a los sumerios. En vez de cuñas, utilizaban imágenes. Esas imágenes se llamaban jeroglíficos. Los egipcios eran un pueblo muy rico, manejaban muchas riquezas y por eso escribían números grandes, número enormes. Como un millón. Un millón es un número inmenso. Lo escribían como una personas con los brazos abiertos, sorprendida por la inmensidad del número 1.000.000. 



Después de los egipcios, un poquito más tarde, llegaron los griegos. Ellos fueron los primeros en escribir los números con la primera letra del nombre del número. Y en eso les imitaron los romanos. Ellos también utilizaban letras para representar números, por ejemplo usaban la X para representar al número diez, la L para el 50, la C para el 100 y la M para el 1.000. Los romanos extendieron su imperio por toda la cuenca del Mediterráneo y su influencia perduró muchos siglos. De hecho, los comerciantes de Europa utilizaron los números romanos hasta el siglo VIII. 



Sin embargo, nosotros no escribimos los números como ninguno de estos pueblos, ¿verdad?  Lo que ocurre es que los números romanos les faltaban un número muy especial. Les faltaba el número 0. El 0 también es un número, no nos lo podemos olvidar. Resulta que hace más de 2.000 años en la India surgió una forma de escribir números que incluía el número cero. A los habitantes de Europa les vendría muy bien ese cero pero la India está muy lejos. Suerte que existen los comerciantes. Ellos viajan de un sitio a otro vendiendo y comprando cosas y su cultura y conocimiento viajan con ellos. 

Los comerciantes hindúes que hacían negocio con otros comerciantes de Arabia extendieron esta forma de escribir los números que utilizaba el cero. Un erudito árabe pensó que era una forma muy inteligente de escribir los números. Entonces escribió un libro sobre ello y ese libro llegó a Europa hace unos mil años. Como el libro llegó desde Arabia estos números son conocidos como números arábigos o indoarábigos. Es un nombre muy bonito. 



Por aquel entonces, en Europa todavía se escribía con números romanos. La diferencia entre los números romanos y los arábigos es que los arábigos se escriben con líneas curvas y los romanos con líneas rectas. Por aquel entonces, la gente en Europa prefería seguir utilizando los números romanos porque eran más fáciles de escribir pero los números romanos no tenían el número cero y los arábigos sí. El cero es un número muy útil porque nos permite escribir números muy grandes. ¡Si quiero contar hasta un millón me hacen falta muchos ceros! Así que poco a poco el uso de los números arábigos se fue extendiendo. La invención de la imprenta en 1450 fue el empujón definitivo y por eso desde entonces usamos los número arábigos

Y esta es la historia de por qué escribimos los números como lo hacemos. ¿Te ha gustado? ¡Espero que sí!



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